Reacción Preliminar: Al libro: Nación Postmortem. Ensayos sobre tiempos de insoportable ambigüedad.




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Lo que valla a substituir a los nacionalismos(chovinismo pro-estadounidense y/o puertorriqueñismo-autocomplaciente). Será ese sentido de pertenencia y de conexión social. Será el compromiso tangible de cada sujeto con su comunidad libertaria y con los consejos de los trabajadores. Y viceversa.




Esto es algo que asumo que se podrá construir en la práctica de la resistencia. En el día a día en que se ponga en práctica la autogestión libertaria. En la lucha por crear ese bloque contra-hegemónico que entrara en confrontación directa con el orden colonial y capitalista imperante.




La propuesta o el proyecto de construir, de edificar, una nueva forma de autogobierno libertario que suplante al Estado-colonial y capitalista desmantela al idealismo burgués (y el idealismo de sus empleados) sobre la nación, sobre el Estado-Nación.




Los desposeídos y marginados no tenemos patria. Pero por eso mismo le arrebataremos el Puerto Rico a los ricos y lo socializaremos. No imponiéndonos como clase dominante-dado a que “el Estado” es la precondición de la sociedad de clases y lo que haríamos sería entonces crear una burocracia que serviría de empleada del ideal de la burguesía administrando sus asuntos- sino más bien luchando por auto-suprimirnos como clase, para así edificar nuestro mundo. Para así dejar de ser partícipes de la construcción de un mundo que no es el nuestro.




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¿Y esto que propongo es o no es algún tipo de nacionalismo? Realmente no se precisar a ciencia cierta. Lo que puedo decir es que no es puertorriqueñismo de autocomplacencia, de turismo, de reinas de belleza, ni de deporte. Ni mucho menos se trata de un vulgar chovinismo pro-estadounidense.




Es más un sentimiento que parte de la afinidad natural al lugar de procedencia. Amo la tierra en donde me críe. Es la tierra y el espacio social que me hizo la persona que soy. Y personalmente no me gustaría vivir en otro lugar por muy cuesta arriba que sea provocar el cambio social en este país. Por muy duro que sean las cosas en este Puerto Rico contemporáneo.



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Nuestra cultura del cambio social, nuestra contra-hegemonía, debe basarse en la resistencia social y en la crítica y autocrítica a dichos procesos históricos de resistencia. La verdadera cultura puertorriqueña es la cultura combativa de los de abajo. Y debe expresar los nuevos valores libertarios de forma tal que puedan ser parte de nuestra vida cotidiana. Y esta historia de resistencia debe escribirse para que nos sirva como arma para desmantelar piedra por piedra la hipocresía del orden colonial imperante.




Sobre los símbolos como la bandera y el himno. Tengo que decir que sospecho grandemente del puertorriqueñismo. El puertorriqueñismo-autocomplaciente es la estandarización de la cultura colonial puertorriqueña. Y se impone como la ideología dominante que aliena a los explotados para que encontremos la dominación del Estado-colonial y la explotación capitalista como cosas deseables y naturales.




¿Por qué si hay colonialismo el puertorriqueño no se rebela? ¿Por qué si existe lucha de clases el pueblo trabajador no se rebela? Esas son las dos preguntas que debemos intentar contestar en conjunto.




Yo por mi parte, sospecho que algo hay en nuestra cultura(o en lo que se representa como tal), en sus puntos de partida, en su estructura, en las reglas de juego que nos impone la democracia liberal, en el tradicional bipartidismo (conjunto con ese partido que nunca gana pero que siempre cumple con su poderoso rol ideológico de legitimización al sistema) , en el estatus-centrismo, etc.




Incluso el discurso puertorriqueñista carga con su opuesto, es decir, el chovinismo-proestadounidense. Conflicto entre ambas posturas que conduce siempre al debate de sordos. Aunque teniendo en común la visión del Estado-paternalista. Polemizando (o jugando a polemizar) por diversos enfoques del capitalismo; ya sea el enfoque neoliberal o el enfoque neo-keynesiano. Pero siendo ninguno de esos enfoques capaces de negar la fusión económica-estatal.




Por  Rakim  Calderón  Bernal

















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